Todo parece indicar que en la persona deprimida la amígdala, una zona relacionada con el procesamiento de las emociones, se desacopla de la red emocional. Esto haría que procesen con menos precisión las situaciones que tienen un impacto emocional y, por ende, que perciban los hechos neutros como negativos.
En práctica, sería el mecanismo que les hace ver el mundo de color gris. No solo afectan la capacidad para regular las reacciones emocionales y concentrarse, sino que además se encuentran en la base de la pérdida de la memoria y la aparición de pensamientos negativos recurrentes.
El órgano como
tal sufre modificaciones en su estructura y funcionamiento. Estas son algunas
de ellas.
La depresión reduce la materia blanca del cerebro
Un grupo de
investigadores de la Universidad de Edimburgo, en el Reino Unido, realizó un
estudio que luego fue publicado en Scientific Reports. Los expertos concluyeron
que la materia blanca del cerebro disminuye en las personas que tienen
depresión. Los resultados mostraron que las personas deprimidas, o con síntomas
de depresión, tenían una menor cantidad de materia blanca en el cerebro. Esta
es la encargada de coordinar la comunicación entre los diferentes sistemas del
cuerpo humano y entre las diferentes zonas del cerebro.
Disminución de la materia gris
La materia gris, por
su parte, es la zona encargada de procesar la información de todo tipo. Esto
incluye el procesamiento de las emociones. Algunos estudios han evidenciado que
la materia gris presenta una disminución importante en tres zonas: la amígdala,
el hipocampo y la corteza prefrontal.
El efecto inmediato de todo esto es que provoca una especie de desacoplamiento emocional. En otras palabras, se altera el procesamiento de las emociones. Esto hace que los hechos neutros sean vistos como negativos. Por lo tanto, estos cambios agudizan la depresión.
Desequilibrio en los
neurotransmisores
Otro de los cambios en el cerebro originados por la depresión tiene que ver con un desequilibrio en los neurotransmisores. Básicamente en los niveles de serotonina y dopamina. En ambos casos esto da origen a modificaciones en el funcionamiento del cerebro.
La serotonina
se encarga de regular la actividad del hipotálamo. Este, a su vez, es el
encargado de regular los ciclos del hambre y del sueño. También las respuestas
físicas a las emociones. Si la serotonina baja, el hipotálamo aumenta su
actividad de manera descontrolada.
El efecto de todo esto es que los ciclos de la alimentación, así como
los ciclos de sueño comienzan a presentar alteraciones. Se come demasiado, o
muy poco. Se duerme demasiado, o muy poco.
Hay menor renovación de neuronas
Uno de los
efectos de la transformación en el hipocampo, originada por la reducción de la
materia gris, es una menor capacidad para regular la producción de cortisol, la
hormona del estrés. Esto hace que la persona tenga una tasa menor de renovación
neuronal.
La consecuencia
de esto es que la persona presenta una menor capacidad para procesar los
estímulos asociados al miedo. Por lo tanto, es usual que surja un temor
asociado a actividades cotidianas, tales como salir de la casa, hablar con
otras personas, etc.
Adicionalmente, podrían presentarse problemas de memoria. Todos estos
cambios hacen que la zona encargada de almacenar los recuerdos no funcione
adecuadamente. Por lo tanto, la persona deprimida puede presentar problemas
para recordar eventos a corto y largo plazo.
Una teoría para explicar la reducción de volumen que experimenta el cerebro como resultado de la depresión apunta al aumento de cortisol, que desencadena una respuesta inflamatoria en el organismo y provoca daños a nivel molecular.
El proceso inflamatorio está vinculado a las citoquinas, unas moléculas que son capaces de traspasar la barrera sangre-cerebro y afectar las funciones cerebrales. Las citoquinas pueden llegar a dañar las sinapsis reduciendo la disponibilidad de monoaminas, cuya disfunción se encuentra en la base del mecanismo patofisiológico de la depresión. Además, expone las células nerviosas al estrés oxidativo, causando su muerte.
La depresión tiene consecuencias graves, pero la plasticidad cerebral juega a favor de las personas que sufren este trastorno. En 1996 se descubrió la neurogénesis, el crecimiento de nuevas células nerviosas, que comienza precisamente en el hipocampo, donde se desarrollan las células madre que más tarde se dividen y forman nuevas células nerviosas especializadas en distintas funciones.
En un cerebro sano los procesos de degeneración y regeneración están equilibrados, pero en las personas que sufren demencia y depresión prevalece la degradación.
Sin embargo, combatir la depresión, ya sea a través de la psicoterapia, los antidepresivos o incluso el ejercicio físico, puede revertir algunos de los daños a nivel cerebral que provoca este trastorno, estimulando el nacimiento de nuevas células nerviosas.
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