26 de noviembre de 2018

Sueños y Pesadillas

Durante el sueño nuestro cerebro consolida las memorias más importantes y hace su propio mantenimiento, elimina los productos tóxicos generados mientras estamos despiertos y limpia, entre otras cosas, el beta-amiloide, el material de las placas seniles, una de las características distintivas de la enfermedad de Alzheimer.

Un sueño reparador dura en torno a ocho horas y se divide en fase REM (rapid-eye movement, movimientos rápidos de los ojos), en la que el cerebro muestra tanta actividad como cuando su dueño está despierto, y sueño no-REM, un estado de sueño más profundo que predomina en la primera mitad de la noche. El sueño no-REM tiene una serie de fases y entre las funciones de este período está consolidar las memorias y adquirir y refinar nuestras habilidades motoras. El sueño REM interviene en nuestra capacidad para superar los sentimientos negativos, leer adecuadamente las emociones de otras personas y resolver problemas.


El sueño es una experiencia subjetiva donde se mezclan imágenes junto a sonidos y sensaciones. Todos estos elementos crean una experiencia que puede llegar a ser tan real que llegue a confundir a la persona, nos podemos despertar aterrados por un sueño o con vivencias que exaltan al cuerpo en la más gloriosa de las sensaciones.



Los sueños a veces pueden fomentar la creatividad y nos permiten encontrar respuestas a aspectos que despiertos no encontramos, sólo hay que recordar la frase tan típica de consultarlo con la almohada antes de tomar una decisión.


Los científicos creen que soñar soñamos todos, solo que muchas veces lo olvidamos. Si te despiertas durante un sueño REM, es más fácil recordar que si lo haces en otra fase del sueño.

Entre las cosas que la ciencia ha descubierto está que el efecto de la falta de sueño es inmediato. Un estudio en el que participó un grupo de jóvenes a los que solo se les permitía dormir cuatro horas mostró efectos medibles en su sistema inmunitario al día siguiente. Además, los problemas de sueño contribuyen a la obesidad, la diabetes, el cáncer e incluso generan muertes prematuras. 














Las personas que tienen 45 años o más y que duermen menos de seis horas por noche tienen un porcentaje triple de sufrir un infarto o un ictus que aquellos que duermen lo suficiente. 


Sigmund Freud decía que los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos, es decir, a través de la interpretación de los sueños es una manera de poder acceder al inconsciente, ya que los sueños están cargados de condensaciones y símbolos.
Los sueños, según la teoría de Freud, ofrecen muchas pistas para revelar conflictos inconscientes pero, lejos de los tópicos, los sueños no se pueden interpretar con la ayuda de un manual pues cada símbolo tendrá un significado diferente según la persona, el momento actual en el que se encuentre, su historia, el contexto y las asociaciones libres que se hagan después.

Ahora bien dormidos o despiertos, es precisamente en la mente donde se han producido las imágenes que más miedo nos han provocado en todas nuestras vidas. Ni los más escépticos están exentos de las pesadillas, escenas de horror inexplicables, personajes malformados, miedos cotidianos y enterrados en el subconsciente nos salen al encuentro mientras dormimos. Y en realidad no podemos hacer nada para que cesen.




Algunos médicos definen la pesadilla como un sueño disfuncional, es decir, una alteración que se suscita en nuestro inconsciente. La razón de ser de estas pesadillas, para algunos son la correspondencia de que hay ciertos problemas a los que normalmente no solemos hacer frente. Para otros, en cambio, no tienen ningún significado. El psicólogo Barret,  de la Universidad de Harvard, menciona que las pesadillas son útiles porque hace reaccionar a las personas para que tomen las riendas de su vida y se empiecen a cuestionar sobre los asuntos que tienen que abordar de inmediato.



En otras palabras, las pesadillas, al menos en adultos, no parecen ser más que  sueños que reflejan angustias suscitadas por el estrés o por las preocupaciones que todos podemos tener en nuestro día a día.




De acuerdo a IFLScience, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado sentenció que hay varios tipos de miedos atemorizantes que se pueden desarrollar en todas las etapas del sueño. Sin embargo, las verdaderas pesadillas se experimentan durante la fase de movimientos oculares rápidos (REM por sus siglas en inglés), esa que sucede justo al final de nuestro ciclo de sueño.


Al estudiar a las personas que sufren de un “desorden de pesadillas” (personas que tienen pesadillas con mucha más frecuencia que el resto), se descubrió que en la amígdala, una parte del cerebro que controla los miedos y el aprendizaje, empieza a sobreactuar. Los centros del cerebro que controlan las emociones, como el sistema paralímbico, también reportan mucha más actividad durante las pesadillas. 


Pagel asegura que las pesadillas pueden producirse con mayor frecuencia si durante el día estuvimos en contacto con algún episodio que nos haya provocado miedo. No todo está mal con los sueños terroríficos: a diferencia de los sueños, las pesadillas nos dan una retroalimentación sobre lo que pasa dentro de nuestras mentes.



 No todo es malo. “Una pesadilla podría ayudarnos a comprender nuestra propia psique” y lo mejor: “las personas que tienen pesadillas frecuentemente tienen personalidades más creativas”, aseguró Pagel. 


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