15 de noviembre de 2018

Emociones



Las emociones son reguladas en distintas partes del cerebro, aunque al inicio de la vida son predominantes  las áreas cerebrales del sistema límbico (amígdala) en relación al miedo y la corteza orbitofrontal en emociones como los celos, la culpa, el orgullo, el amor o la vergüenza.

Las experiencias emocionales modifican las células del hipocampo y mejoran la eficacia de las sinapsis entre neuronas, fundamentales para aprender nuevas cosas. 


Por otra parte, las vivencias de apego modifican los circuitos límbicos-frontales, implicados en la construcción de la sensibilidad y aparecen nuevos comportamientos. 

Cuando una persona experimenta la fase aguda de una emoción es menos inteligente, pues el sentimiento, ya sea positivo o negativo, disminuye la corteza prefrontal, la cual es la zona del cerebro que evalúa y pondera la generación de ideas. A lo largo de los 25 minutos que dura una emoción, el cerebro libera dopamina.
CEREBRO CON DOPAMINA
En ese sentido, las emociones negativas, como la ira y la tristeza, son las que más enseñan y capacitan al cerebro a disminuir una emoción, para que cuando se experimente en el futuro, ésta sea de menor intensidad. De acuerdo con un especialista después de llorar, las personas se sienten más tranquilas, pues la tristeza le pide al cerebro una liberación de endorfinas.

 “El llanto es la única emoción que más energía y oxígeno gasta, pues hace que el cerebro incremente casi un 25% el consumo sanguíneo, por lo que después de llorar las personas se sienten cansadas”, aclaró un experto.

Sistema límbico
El sistema límbico es la zona del cerebro que dirige nuestras emociones y nuestras sensaciones más primitivas o irracionales: aquellas relacionadas con la supervivencia y con las sensaciones del ser humano en torno a nuestro comportamiento sexual.

 Es una de las partes de nuestro cerebro que tiene mayor antigüedad. Tiene más de dos millones de años y aún es capaz de controlar ciertos comportamientos y sensaciones que hoy en día nos parecen muy racionales: el cortejo, el buscar pareja para casarse, el buscar otros seres humanos que nos dirijan o buscar una casa.
Es esta parte del cerebro en la que se genera la defensa contra los peores sentimientos que tenemos: el miedo, la ira, la tristeza. Gracias a la amígdala podemos escapar de situaciones que ponen en riesgo nuestra supervivencia; pero también es la que permite que nuestros miedos más profundos y nuestros traumas infantiles salgan a la luz.
La amígdala nos ayuda a buscar la estrategia necesaria para solventar una situación de estrés, miedo o peligro y nos da una visión equilibrada de lo que sucede a nuestro alrededor. En definitiva, es la parte del cerebro que permite que no nos dejemos llevar por el pánico y la ansiedad.
Está claro que las emociones, lejos de dominarnos, se pueden autorregular, esto depende de la maduración de la corteza prefrontal, una región del cerebro que evoluciona más tarde en la vida y que puede inhibir y regular la actividad de la amígdala.


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