15 de noviembre de 2018

Enamoramiento

Dicen que el amor es un millón de enfermedades distintas y puede que tengan razón. Quizás sea un completo desconocido, o un compañero de trabajo, o quizás tu mejor amigo... Nunca sabes cuándo vas a sentir ese crush, cuando el virus del amor te va a atrapar, para no soltarte en un buen rato. Esta enfermedad llamada amor es una simple cuestión de química. Hay quienes se muestran tímidos, otros se lanzan a la piscina, algunos se sienten mareados. 


Da igual cómo reaccionemos ante el amor: cuando comenzamos a sentirnos atraídos por alguien todos somos víctimas de los mismos procesos químicos. Un cóctel explosivo de drogas que nuestro camello cerebral se encarga de suministrarnos, queramos o no queramos.

«En el enamoramiento, tras el impulso emocional del inicio, se ponen en marcha los circuitos cerebrales de la confianza para consolidar el vínculo amoroso, y se silencian específicamente las áreas que crean distancias, aquellas que se activan en estados depresivos o de tristeza», asegura Natalia López-Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra. 

La visión, la voz o el intelecto de la otra persona juegan un papel importante. En este proceso la vista, además de la voz o el intelecto, juega un papel importante: «Ver el rostro de la persona enamorada es importante para despertar y mantener el enamoramiento, ya que provoca una serie de emociones positivas que le llevan (a la persona enamorada) a empatizar, conocer los sentimientos e intenciones y ajustar las respuestas.», asegura la experta.

Helen Fisher aclara por qué se dice que el amor es ciego. Cuando estamos enamorados, un área del cerebro se desactiva. Es una parte de la amígdala cerebral que se relaciona con el miedo. Por eso no vemos los aspectos que no nos gustan y aceptamos el resto.


La Adrenalina, dopamina, serotonina, Oxitocina, testosterona y vasopresina son las hormonas que estas presentes en tu cuerpo cuando te enamoras. Y las regiones del cerebro que activan esas hormonas son: el área ventral tegmental, el núcleo accumbens y el núcleo caudado. 

El enamoramiento no es una emoción, sino un impulso, una necesidad fisiológica del ser humano.

Una serie de estructuras cerebrales se han ido desarrollando desde hace millones de años, dando lugar a la especialización de circuitos neuronales que conforman tres sistemas cerebrales independientes e interconectados que se activan en nosotros: el cerebro de la atracción sexual, el cerebro del amor romántico y el cerebro de la creación del vínculo. Son las tres caras del amor.

Estos tres sistemas cerebrales (lujuria, amor romántico y apego) no están bien conectados a nivel cerebral y podemos sentirlos a la vez.

El deseo: es la primera fase del amor, la que provoca que te sientas atraído por esa persona. En ese momento, tu cuerpo empieza a segregar dosis generosas de estrógenos y testosterona. La adrenalina comienza a recorrer tu cuerpo y hace que el corazón se acelere, empiezas a sudar y se te seca la boca.

La atracción: La cadena química del amor continúa con la dopamina, un neurotransmisor que segrega el cerebro y las glándulas suprarrenales y que aumenta la liberación de testosterona. La dopamina nos genera un chute de excitación, energía y motivación. Un chute que, cuando se calma, nos deja con "ganas de más". 

Por su parte, la testosterona aumenta el deseo sexual y el comportamiento agresivo que nos lleva a intentar seducir a nuestra (futura) pareja. La norepinefrina es el estimulante que hace que nos sintamos permanentemente alerta y que seamos incapaces de dormir. También el que, por ejemplo, provoca que recordemos hasta el último detalle de nuestras parejas. 
La feniletilamina es la responsable de las sensaciones de vértigo y también de las pérdidas de apetito. Si la relación se rompe antes de tiempo es probable que bajen sus niveles y experimentemos sensaciones de depresión. 
El cariño: El cariño o apego, lazo afectivo de larga duración que permite la continuidad del vínculo entre la pareja, se ve en parte regulado por las hormonas Oxitocina y vasopresina, que también afectan al circuito cerebral del placer. Fisher explica que es muy posible sentir un profundo cariño por una pareja con la que uno lleva mucho tiempo y a la vez estar locamente apasionado por un amor romántico hacia otra persona distinta, y, además, sentirse atraído sexualmente por otros individuos.

Anteriormente se creía que esta fase tenía fecha de caducidad, pero un estudio llevado a cabo por Bianca Acevedo, neurocientífica de la Universidad Cornell de Nueva York, desveló en 2009 que el amor puede ser duradero. O sea, que la química del amor puede permanecer más o menos estable a lo largo de períodos de tiempo prolongados. 

Según Fisher, algunos de los mecanismos que se activan en el enamoramiento son iguales en hombres y mujeres, como el núcleo caudado y el área tegmental ventral que antes comentábamos. Sin embargo, existen diferencias: en hombres, se detecta más actividad en parte del lóbulo superior, que se asocia con la integración de los estímulos visuales, mientras que en las mujeres las áreas que entran en juego están relacionadas con la memoria y los recuerdos.


Las actividades cerebrales que se producen cuando se está enamorado solo suceden una vez en la relación de pareja, pues a lo largo del tiempo el amor se va convirtiendo en cariño y apego. La manera de afrontar los celos también es distinta según el género. López-Moratalla lo resume del siguiente modo:

«El cerebro femenino ante una situación de peligro de la relación muestra el pánico y la inseguridad de ser desplazada emocionalmente. Sus niveles de Oxitocina facilitan una cierta tolerancia espontánea por la traición sexual. En los varones, en cambio, se activan las áreas relacionadas con conductas agresivas y sexuales».

Y concluye: «La vasopresina tiene el efecto opuesto a la Oxitocina: conecta las áreas del juicio y la emoción negativa, rompiendo la confianza y fomentando el deseo de confrontación física. La conducta se torna a violenta especialmente si despierta la infidelidad sexual de su pareja».

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